8/11/12

Los espectros, Andreiev. Lectura

Gustó Los espectros. Una novelita tan corta que casi ni novela se debería llamar. De Andreiev: http://www.epdlp.com/escritor.php?id=1391
¿Por qué se titula Los espectros?, preguntó alguien al final, iluminándonos. ¡Claro! Por qué si no porque espectros son los locos encerrados en el manicomio tras un alto muro y espectros son los cuerdos. La división que parecía haber al principio, o que el lector creía que había, entre el mundo de los locos, espacio cerrado del manicomio rodeado de un bosque susurrante, y el mundo de los cuerdos, el restaurante Babilonia, se va deshaciendo ante él, ante el lector, hasta que ya no sabe qué ámbito corresponde a quién o, más aún, si hay siquiera dos ámbitos o, incluso, si no están todos locos...
¿No están todos locos? ¿No es el enamoramiento sin esperanza de la enfermera una locura? ¿No son los clientes del Babilonia, donde el doctor pasa noche tras noche, meros espectros que se suceden uno tras otro sin diferenciarse, que ni a personas llegan? Y el doctor, que parece ser el único personaje que se mueve entre esos dos espacios, camina de vuelta al manicomio en la noche de verano sin ver lo que hay a los lados del camino. El doctor apenas habla, pero parece que habla. El doctor, ¿no es también un loco? 

Salto de línea y spoilers


Introducción a Los espectros, Leonid Andreiev

(Grupo de lectura de la biblioteca de Nava, octubre 2012)


Leer a Leonid Andreiev (1971-1919) es bucear en otra realidad. Belleza sobrecogedora y vértigo los de este escritor ruso no demasiado conocido. No tan conocido, al menos, como otros que expresaron su admiración por él. Como Gorki, su mentor. Andreiev nació en la zona de Tolstoi y Turgeniev, fue de origen humilde pero tuvo éxito en vida, fue antizarista pero se desencantó muy pronto del comunismo… 

La percepción de la realidad no es la que llamamos normal en el manicomio, donde transcurre la mayor parte de la novela, por más que lo sea para los internos que viven en él; pero tampoco lo es en el Babilonia, un restaurante al que cada noche acude el director de la clínica a embriagarse y cuyos clientes consideran un mundo más real que el que conocían antes de llegar allí.


«Y mientras bebían se percataban de que la vida sobria que habían llevado hasta entonces no era sino una mentira, un engaño; de que la verdadera vida, la vida real, estaba allí, en aquellos lindos ojos bajos, en aquellas exaltaciones del sentir y el pensar, en aquel vaso que alguien acababa de romper, derramando sobre el mantel un vino color de sangre.»


¿Qué es el mundo real?

¿No es muy fina la línea entre la locura y la cordura?
¿Y el espacio tan sosegado, extrañamente inmóvil de esta novelita, no la hace más y aún más turbadora?

Tolstoi: “Andreiev quiere darme miedo, pero yo no tiemblo”.