(...) las terribles y salvajes cordilleras de los sufrimientos primigenios. Estos sufrimientos que no somos capaces de aplacer; porque, ¿qué podemos hacer nosotros contra ese instinto que nos empuja a buscar sin cesar campos de batalla, "retos", a luchar, humillar, conquistar y vencer? ¿Cómo reaccionar ante ese impulso ancestral de coger, como dice Rimona, una lanza o una espada y perseguir a un búfalo para clavarla en su cuerpo, someterlo, cazarlo, matarlo y festejar la victoria? ¿Y qué podemos hacer contra el cansancio vital, contra la crueldad no manifiesta y sádica; contra esa crueldad refinada, astuta, capaz de ponerse máscaras "positivas" y razonables¿ Cómo reaccionar ante la maldad que anida en nosotros y que nos convierte en seres insensibles, en eso que nuestros antepasados llamaban "incircuncisos de corazón", cuando incluso alguien como yo, lógico, moderado, sacerdote del pueblo, anacoreta, músico, a veces descubre esa maldad oculta en su alma? ¿Cómo evitar los áridos desiertos interiores? ¿Cómo superar el oscuro deseo de mandar sobre los demás, de humillar, de dominar, de crear dependencia, de atar, de someter al prójimo con telas de araña, finas y diáfanas, de culpa, de vergüenza, e incluso de gratitud?
Un descanso verdadero, Amos Oz